En días pasados, un amigo cercano me pidió un
regalo, no era un regalo convencional,
este amigo me pedía que le regalase una cruz, de esas sencillas, de madera, que
suelen llevarse colgadas en el pecho.
Me sorprendió que él, filósofo, me pidiese
una cruz, aunque no tengo a este amigo por ateo, sino por prudente respetuosos
de la diversidad religiosa, su solicitud no dejo de asombrarme.
Con extrañeza pregunte a mi amigo: ¿para qué
deseas tú una cruz? ¿Acaso tú, al igual que muchos otros, comenzaras a utilizar
cruces como artículos cosmético, mero adorno para el pecho? Este amigo,
conociendo mi condición de religioso[1], manifestó que no era esa
su intención, sino que, con esa cruz él deseaba manifestar su respeto y
reverencia a la trascendencia, y con palabras más, palabras menos, citando a un
filósofo, que ahora no recuerdo con precisión, querían manifestar su creencia
en el absurdo, en eso que llamamos Dios. A todo esto concluí diciendo a mi
amigo –te tengo un regalo-.
El regalo que le tengo es una cruz, sencilla
tal como él la pidió. Sin embargo, antes de hacerle tan humilde obsequio me gustaría
profundizar entorno a algunos puntos que llamaron
mi atención.
Lo primero que me gustaría atender es mi
sorpresa ante la petición de mi amigo, en concreto ¿por qué me sorprendí?
Tendría que decir, en principio, que la sorpresa sobreviene cuando algo
inesperado nos sale al encuentro, lo inesperado de mi experiencia fue el hecho
de que un amigo estudiante de filosofía me pidiese una cruz como regalo, no me
hubiese sido extraño que me pidiese otra cosa, un libro, una revista, que le
consiguiese algún material…pero me pidió una cruz.
Ante mi sorpresa, puedo identificar como
opera en mí un cierto sistema de creencias, que no me son ajenas a mi contexto
sociocultural, observo que asocio lo filosófico como ajeno a la religión, como
contrapuestos que se repelen, que no pueden comulgar, y sobre su relación
“fortuita” solo tengo el recuerdo que la historia de la filosofía medieval
recoge, y esto con los prejuicios que los autores exponen.
Pero esta relación filosofía-religión no es
lo que más me preocupa, y por la extensión del asunto no pretendo abarcarlo
ahora. Lo que si me llamo la atención fue observar como una cierta creencia religiosa opera, en
mí y en otros, incluso ante lo aparentemente contradictorio, parece que no somos
indiferentes a ello.
Si la creencia religiosa opera en nosotros, y
esto me parece evidente con el solo hecho de observar mi entorno, inclusive
aproximándome a otras culturas y tradiciones entre los elementos
característicos que se apuntan de ésta es la creencia religiosa de sus
pobladores[2], vale la pena entonces que
nos preguntemos ¿qué es la religión?
Revisando la etimología[3] de la palabra, encontramos
que suele darse dos interpretaciones: una enuncia que religión proviene de
religio, voz relacionada con religatio,
que es la sustantivación de religare que significa religar, vincular,
atar, unir, la religión es la relación,
vinculación y subordinación a la divinidad; la otra interpretación asocia el
término con religens, que hace referencia a la actitud escrupulosa en el
cumplimiento de los deberes que se imponen al ciudadano en el culto a la
divinidad.
Como hemos podido observar, el término
religión nos remite a dos contextos uno relacional y otro de cumplimiento de
deberes ante la divinidad, en el fondo se destaca la actitud del hombre hacia
lo trascendente. Ahora es conveniente
que prosigamos nuestro acercamiento al término, revisando las definiciones
que de ella se dan, para ello veamos lo que Alfredo Fierro Bardají nos dice:
“Dos
tipos de definiciones suelen hoy proponerse de la religión. Uno de ellos
insiste en sus funciones sociales: las
religiones son vastos sistemas simbólicos que procuran un sentido último a la
vida humana individual y colectiva, proporcionando por ello coherencia a los
individuos e integración a las sociedades. El otro destaca su objeto o
referencia: las religiones tienen que ver con lo absoluto y trascendente, con
lo sobrenatural y misterioso, con lo sagrado”[4].
Hasta ahora hemos vistos dos perspectivas,
una etimológica y otra desde las definiciones que hoy se hacen del término,
abordando estas aproximaciones de manera inclusiva, podemos extraer cuatro
claves: relación, actitud, símbolo y trascendencia. Estos aspectos nos pueden
servir como coordenadas para comprender qué es la religión, de tal modo que
podamos decir que la religión es la relación
que se establece entre el hombre y lo
divino llamado Dios (o dioses), de tal vinculo se corresponden unas actitudes, que al generalizarse se
constituyen en un deber para con ese Ser. Dicho nexo da sentido a la existencia
humana, y tiene su expresión en el
símbolo, el cual, teniendo un referente tangible evoca lo trascendente, ese más allá, divino,
sagrado, inaprensible y misterioso.
Teniendo claro lo que es religión, nos es
fácil identificar su operación específica en nosotros mediante un sistema de
creencia[5], y es por ello que
anteriormente acentuaba que lo primero
que llamó mi atención, fue el identificar en mí ese sistema de creencia
religiosa actuando, incluso más cuando observo que al dialogar, en un primer
momento, con mi amigo, él no mencionó nada de religión, él sólo me pidió que le
regalase una cruz. Es este el segundo punto donde quiero detenerme, en el hecho
de que el “objeto cruz” activo en mi un sistema de creencia religiosa.
La pregunta que ahora me hago es la siguiente
¿por qué el objeto cruz activa mi sistema de creencia religiosa? A esto pudiera
responder que la cruz es un objeto relevante en la religió cristiana a la cual
pertenezco. Pero esta simple respuesta no me satisface, pues quiero detenerme
más en el objeto y en lo que despierta en mí.
Siguiendo el curso de mi inquietud me
pregunto ¿qué es una cruz de pecho en sí? es una estilla de madera,
cuidadosamente labrada, al verla, me es evidente ver dos ejes, uno horizontal,
otro vertical que se interceptan, formando en su exterior cuatro ángulos
rectos. Objetivamente una cruz de pecho,
es poco más que esto. Pero debo decir, que objetivamente despierta en mí
mucho más que las impresiones descritas anteriormente.
Si la cruz es algo más, es porque es un
símbolo, que se inscribe en las coordenadas de comprensión de la religión que
anteriormente mencioné, y que en específico pertenece a una tradición religiosa
(en este caso la cristiana).
Si la cruz es un símbolo, aclaremos que un símbolo[6] es aquello que siendo una
realidad concreta, representa alguna cosa, sea directa o indirectamente. De tal
forma podemos decir que de manera directa la pequeña cruz que llevamos en el
pecho representa uno de los instrumentos de ajusticiamiento empleado por los
romanos y de manera indirecta podemos decir que esa misma cruz es la
consumación de la salvación de la humanidad, y esto es posible mediante la asociación
compleja de que Jesús (Hijo de Dios para los cristianos) murió en una cruz, y su muerte resultó
redentora de toda la humanidad. Detrás de esta asociación indirectamente esta
presente toda una historia de relación
con lo trascendente que en la cultura
judeocristiana tiene unas características específicas y de la cual se han
desprendido actitudes de seguimiento.
Es preciso destacar que el símbolo evoca una
realidad directa o indirecta, inmersa en un contexto convencional de
interpretación, y que a la ves que remite, no limita lo evocado sino que lo
deja abierta la reinterpretación[7].
Esto explica el hecho de que yo al escuchar
la petición de mi amigo, inmediatamente se activó mi sistema de creencia
religiosa, incluso con tanta fuerza como para activar otros sistemas de
creencia “prejuiciosas” (como el de la extrañeza de que un filósofo me pidiese
un objeto religioso), el símbolo de la cruz fue tan fuerte que no hizo falta
mayor precisión del lenguaje, simplemente se “impuso” y los dos hablábamos de
lo mismo, aunque no evocásemos exactamente lo mismo, enmarcamos nuestro diálogo
en un contexto religioso, donde yo extrañado manifesté el querer cerciorarme de
la actitud que movía a este amigo mio a hacerme tal petición, y que ante mi
pregunta, él se remitió a su apreciación de la relación con lo trascendente,
ese reconocimiento del “absurdo”, motivo de su fe.
No dejo de impresionarme de que un acto tan
sencillo, de pedir y regalar una cruz, sea un acto de tan profunda resonancia,
que trasciende el mero objeto referente, y que me implica en toda la valoración
que puedo hacer de una sencilla cruz de pecho, que de forma poética encierra
toda la historia de la salvación judeocristiana, la relación de un Dios que se
encarna, redime y salva, toda la fuerza de expresión que ha suscitado en arte,
historia y vida, incluso que hunde sus raíces en mi propia experiencia
personal, que me abstengo de contar, pero que enriquece el todo de la
representación de una simple cruz que voy a regalar.
Solo me queda ahora regalar la cruz con una
pregunta para mi amigo ¿qué significa esta cruz para ti?
Elaborado por: Leonardo Enrique Gamboa
León.
C.I. 18297405
[1]
Relativo a perteneciente a una congregación religiosa.
[2]
Como prueba de ello nos basta consultar cualquier almanaque mundial y veremos
como todos toman en cuenta este asunto.
[3]
Véase J. Ferrater Mora. “Diccionario de
Filosofía”. Tomo IV, editorial Ariel, Barcelona-España. 2001. P 3062 ss.
[4]
Fierro B., Alfredo. “El hecho religioso”. editorial Salvat, Barcelona-España.
1984. P 5.
[5]“Un sistema de creencia es un conjunto de representaciones del mundo”
Vea: [5] Fierro
B., Alfredo. “El hecho religioso”. editorial Salvat, Barcelona-España. 1984. P
18-19.
[6]
Véase: J. Ferrater Mora. “Diccionario de Filosofía”. Tomo IV, editorial Ariel,
Barcelona-España. 2001. P 3281-3285.
[7]
Véase: la naturaleza indefinible y viva
del símbolo, en Jean Chevalier y Alain Gheerbrant. “diccionario de los
símbolos” editorial Herder, Barcelona-España. 1999. P 21-25.
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