Al momento de establecer una teoría que hable del comportamiento de los hombres, en especial de su relación con los otros, Aristóteles revisa lo que se presenta en el lenguaje, como aquello que le da sentido y forma a las acciones que constituyen el ethos, el modo de ser o actuar de la cultura griega. Es un remontarse a lo que se dijo ayer y lo que se dice hoy, en el ayer se presentan los primeros formadores del mundo griego: Homero, Hesíodo… hoy – el tiempo de Aristóteles- la discusión abierta por los sofistas, la vida política ateniense, Sócrates y Platón, así como la opinión de los ciudadanos a la cuál recurrirá como ejemplos en diversos momentos. En medio de su búsqueda queda resaltada la importancia de la experiencia para el vivir correctamente.
Si bien la discusión por el ethos correcto en Aristóteles de encuentra centrado en la vida política, como se comentará más adelante, el elemento de fondo que entreteje toda la discusión está en al problema para definir y establecer lo bueno o el bien, agathon. Se sabe que lo bueno se vive y que es reconocido por los otros; ser bueno es digno de elogio, de admiración por los demás. Los sofistas pusieron en tela de juicio todo lo referente al ser bueno, al relativizar todos sus términos y dejar ver como poco fundamentados los principios establecidos por la aristocracia del momento. La respuesta platónica a la pregunta de qué es lo bueno, termina por establecer la existencia de lo bueno como una idea, algo que es referencia de todo lo bueno en el mundo y que se encuentra fuera de él en un estado absoluto. Esta respuesta plantea el problema de que lo bueno como idea es distinto de lo bueno como comportamiento, donde se requiere revisar las condiciones de posibilidad en las que se circunscribe.
Aristóteles plantea entonces una negación del bien en sí, pues hablar de idea es hablar de forma abstracta y vacía, el bien como idea es una abstracta especulación que no es útil. La idea platónica puede verse como una vacía formulación cerrada en su mera expresión lógica, pues se dice de algo concreto que es un bien. Se pretende que la definición del bien tenga una relación con la vida buena y las buenas acciones, el bien humano tiene que ser útil, para justificar la palabra se requiere de su propia y temporal realización, una idea no añade nada al orden concreto de la vida, de allí que se observe desde la vida entera y se revise su sentido en ella.
De esta crítica surgirá una teoría del comportamiento moral situada: el bien se concreta en la vida en la polis, lo bueno tendrá como fin la política. La verdadera finalidad de la vida es la polis y en función de esto se realizará la acción de conocer el deber que ello implica. Aristóteles planteará una metáfora sugerente al decir que el deseo al que apuntan nuestros actos y elecciones es lo bueno y más excelente, así como un arquero sabe muy bien hacia dónde dirige la flecha, de ese mismo modo nosotros dirigiremos la nuestra, la vida, hacia donde debemos, ese deber es el ámbito colectivo, algo concreto.
Para elegir se necesita saber, conocer ese deber, no en el sentido de un saber por sí mismo sino de algo que se hace en función de la propia vida. Conocer lo bueno conduce hacia lo colectivo como lo máximo alcanzable.
De estos saberes parecería que ha de ser el más principal y arquitectónico y este es, evidentemente, la política… y puesto que la política se sirve de las demás ciencias y prescribe qué se debe hacer y qué se debe evitar, el fin de ella incluirá los fines de las otras ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre. Pues aunque sea el mismo el bien del individuo y el de la ciudad, es evidente que es mucho más grande y más perfecto que alcanzar y salvaguardar el de la comunidad; porque procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es más hermoso y divino conseguirlo para un pueblo y para ciudades[1].
En este sentido, para un animal que habla y convive, el bien especial es aquel que facilite la comunicación y que haga posible la convivencia: la polis.
Definir lo bueno se hace una tarea difícil. Aristóteles señala que el bien para el hombre, como naturaleza humana e individual, consiste en la felicidad. Pero, cuando se pregunta qué es la felicidad, existen las más diversas respuestas. Vivir bien y obrar bien son la síntesis de esa diversidad, es la expresión del bios y de la conciencia, somos seres que creamos, actuamos, modificamos, realizamos.
Si bien no nos es posible definir del todo el bien, sabemos que sin el como horizonte se dificulta el desarrollo de la vida. Frente al problema de la virtud la salida está puesta en los siguientes términos: se puede llegar a ser buen o mal citarista tocando la cítara, de otro modo sería imposible. El ethos no sólo se desarrolla en la repetición o en el azar de las experiencias de vida, sino en la presencia organizada y humanizada del maestro. Aristóteles insistirá en la educación de los hábitos adecuados para la polis desde la infancia. En este caso el logos permite una aproximación universalizante de la descripción del bien que se vive, que se practica en la polis.
Por Victor Fernández
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