La idea de Dios según Feuerbach.

         

Para Ludwig Feuerbach la idea de Dios es creada a partir de una proyección que realiza el hombre, a partir de esta proyección las propiedades del hombre se enajenan en Dios, y este aparece con vida propia y domina al sujeto. Por lo cual según Feuerbach no fue Dios el que creó al hombre sino al revés, el hombre el que creó a Dios a su imagen. Dios es todo lo que el hombre no es, y viceversa. Dios es la esencia del hombre instalada fuera del hombre; Dios no es sino el ser del hombre liberado de los límites del individuo, los límites de la corporeidad y la realidad, y objetivado, es decir, contemplado y adorado como otro ser, distinto de él.

Actualmente el pensamiento de Feuerbach en cuanto a la idea de Dios, no tiene mucha influencia, ya que desde cualquier religión, consistente en creencias y prácticas se considera a Dios como toda fuerza creadora, en la cual es Él el que posee en sí distintas propiedades, los más comunes son omnisciencia, omnipotencia, omnipresencia, omnibenevolencia (perfecta bondad), simplicidad divina, y existencia eterna y necesaria, la cual actúa como creador, juez, protector y, en algunas religiones, salvador del universo y la humanidad.

En consecuencia con los puntos descritos anteriormente se puede notar que el pensamiento de Feuerbach en cuanto a su idea de Dios, no calo entre las personas, a pesar de que pudo haber estado bien fundamentado. No es por ello que deja de ser importante la idea que Feuerbach propone, ya que a la vez que se niega la existencia de Dios se empieza a creer más en la presencia del hombre, ya que se le entregan al hombre las cualidades que en un principio este le había dado a Dios, mas las propiedades que le habían sido cedidas a Dios no le pertenecen al hombre individual, sino al conjunto de hombres, humanidad; para algunos esta protección del hombre se crea a partir del conocimiento de los limites finitos que el hombre tiene, y a partir de allí la necesidad de crear un ser que superara todas las deficiencias que el hombre podía tener.
Por Gregorio Perdomo