Los seres humanos a lo largo de la historia no sólo hemos necesitados formarnos en conocimientos sobre la naturaleza o sobre el dominio de ésta para satisfacer nuestras necesidades. También hemos necesitado formarnos para la convivencia con nuestros semejantes y con nuestro medio, así como para la comprensión de lo que somos. Esta necesidad de formación lleva implícita la dimensión social y psicológica que forma parte de nuestro ser. Somos seres sociales en crecimiento permanente.
La formación en valores tiene que ver con la necesidad de aprender a vivir con los demás y con el medio natural, así como de crecer internamente. Esta formación se orienta a alcanzar la propia madurez emocional, psicológica y espiritual y el desarrollo de actitudes positivas ante el mundo que nos rodea, actitudes que posibiliten la exteriorización de potencialidades individuales y de grupo y , al mismo tiempo, el mejoramiento de la calidad en las relaciones e interacciones colectivas.
Vivir con los demás supone aprender a valorar el respeto, el diálogo, la tolerancia, la libertad, la justicia, la equidad, entre otros muchos valores, porque gracias a la vivencia de cada uno de ellos es que se hace posible la vida en común.
Bajo esta percepción, educar en valores es educar para la vida, es enseñar a ser persona plena, de amplitud en las relaciones con los demás. Es acompañar activamente en difícil camino de descubrir el sentido de vivir y orientar en el desarrollo de criterios modeladores de las conductas.
También educar en valores es enseñar a aprender, enseñar para el cuestionamiento constante como ejercicio de libertad, asumiéndonos como seres no acabados. Es abrir ventanas al mundo para la elección libre y responsable, sabiendo que la equivocación es la posibilidad de seguir aprendiendo.
Pero además, educar en valores es educar para la transformación, es para soñar y actuar buscando la realización de los sueños y asumirnos como seres capaces de aportar en la búsqueda incesante de mejores maneras de vivir.
Todos estos son propósitos generales en la formación en valores, forman parte del horizonte hacia donde se debe enrumbar esta formación, sin embargo, en necesario contextualizar estos propósitos en el marco de nuestra realidad, porque a pesar de la existencia de valores que pueden ser universales, cada sociedad le imprime significados según su propio contexto.
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